Erin Allday / The New York Times
CALIFORNIA.- Briana Nathaniel, de 14 años, está acostada en la cama del hospital, agotada y apática después de sufrir por días un dolor insoportable. Su voz es casi un susurro y hasta levantar su mano parece tomarle gran esfuerzo.
Media hora después, ella se transforma. Un visor de realidad virtual le cubre la mitad de la cara, pero no puede tapar su sonrisa. Ella está sentada, sus manos saludan al tiempo que ella exclama: “¡Hola delfín, hola ballena!”
Según Briana, no hay nada que pueda sacarle completamente el dolor que siente por su enfermedad de células falsiformes. Pero,un juego de realidad virtual que la transporta a una aventura debajo del agua ayuda más que nada.
“Te calma un montón porque no estás pensando en el dolor ni cuándo se va a acabar”, explica ella. “Es como si por un momento sólo fueras un buzo”.
Briana forma parte de un estudio de la UCFS en el Hospital de Niños Benioff de Oakland, que prueba el uso de la realidad virtual para distraer del dolor a niños con enfermedad de células falciformes. Actualmente, 25 niños forman parte del estudio y se espera que otros cinco se sumen en los próximos meses.
La enfermedad de células falciformes es un trastorno hereditario: las células de la sangre adquieren forma de hoz. Las células sanguíneas, que normalmente se ven como rosquillas regordetas, son suaves y flexibles y pueden circular fácilmente a través de vasos sanguíneos estrechos. Las células falciformes, en cambio, son rígidas y pueden interferir con el flujo sanguíneo, causando dolor repentino y extremo.
Más dolor, más distracción
“Sentís como si tuvieras fragmentos de vidrio moviéndose en tus venas, y cada vez que tu corazón late, esos fragmentos se mueven una pulgada más”, explica la doctora Anne Marsh, directora del programa pediátrico de esta enfermedad en el hospital.
Usualmente, los episodios de dolor sólo pueden resolverse en el hospital y con medicación intravenosa, como la morfina. Incluso así, pueden pasar días hasta que el dolor se controle.
Marsh contó que los enfermeros y los doctores del Hospital de Oakland ya usaban técnicas de distracción -películas y a veces videojuegos-, para ayudar a los pacientes a atravesar una crisis de dolor. Aun así, ella se sorprendió cuando vio como reaccionaron algunos niños con la terapia de realidad virtual.
“Es asombroso, entrás a la habitación y son niños totalmente distintos a los que eran 30 minutos antes”, describe.
Otras técnicas similares para tratar el dolor se están estudiando en otros lugares de Estados Unidos -en particular para ayudar a pacientes con quemaduras- y muchos expertos en realidad virtual sostienen que hay mucho potencial por descubrir en las terapias.
El dolor y cómo tratarlo es un tópico urgente en las investigaciones de Estados Unidos, dado que el país está enfrenta una crisis por la adicción a los analgésicos. La sobredosis es la principal causa de muerte en EEUU: mata unas 47.000 personas al año, y los opiodes (como la morfina) son los responsables de más de un tercio de esos casos.
Con la realidad virtual, la idea básica es que distrae al paciente del dolor. La mente, dicen los doctores, solo se puede enfocar en una cierta cantidad de estímulos a la vez. Darle al cerebro algo más en qué concentrarse sirve para que el dolor que experimenta se achique.
Mientras más dolor experimenten, más distracción van a necesitar. Así, mientras ver una película o leer un libro pueda ayudar a alguien que tenga un postoperatorio doloroso, o se está recuperando de una fractura no va a ser lo suficientemente estimulante para alguien con dolor severo, como el de la enfermedad de células falsiformes.
“Mientras más inmerso, mientras más bloquemos el resto del mundo, y más compenetrado estés con la realidad virtual, más te podremos distraer del dolor”, explica Walter Greenleaf, director de la División Mente en Stanford.
En un submarino
En la realidad virtual que se utiliza en las investigaciones para tratar el dolor, usualmente los pacientes se encuentran sumergidos en una situación del estilo “juego”, donde son animados a mirar alrededor e interactuar con el medio ambiente. El estudio realizado en el Hospital de Niños de Oakland fue realizado por un desarrollador independiente, Simon Robertson, quien se dedicaba a crear video juegos y animaciones. Su idea fue crear un ambiente agradable que sea a la vez divertido y excitante para los niños y adolescentes.
Su primer dispositivo de realidad virtual incluía una computadora y otro hardware que era difícil de arrastrar por el hospital. El que usa para este estudio es más simple: un visor que se ajusta a los ojos de los pacientes, un control remoto, auriculares y un celular donde Robertson actualiza su juego.
Los pacientes se “sumergen” en un mundo debajo del agua, mientras se mueven como si estuvieran en un vehículo submarino. Música suave suena de fondo, sobre el torrente de agua del océano y los chillidos y gemidos distantes de los animales acuáticos. Van apareciendo en escena peces, una tortuga marina gigante y un grupo de delfines juguetones. Una ballena gigante por un momento casi llena la escena.
Los usuarios tienen un control remoto que les permite apretar un botón que dispara una pelota al agua. Cuando la pelota golpea a un animal, este cambia de color. Pacientes que quieren un poco de competencia, pueden sumar puntos por pegar a los peces, también pueden simplemente sentarse y disfrutar de la vista. El juego dura 15 minutos y los pacientes lo juegan de principio a fin.
Robertson quiere que los pacientes se sientan estimulados y comprometidos, pero sin llegar a sentir estrés. “Quiero transportar a los pacientes afuera del hospital. Quiero que lo sientan mágico, pero a la vez muy real”, explica. “En el espacio o una montaña rusa puede ser muy intenso”.
Claro: en el océano no hay tiburones.
“En general estoy lidiando con pacientes que, del 1 al 10, experimentan un dolor de 9. Y están bajo el efecto de varias drogas”, dice Robertson. “Me quiero asegurar que no estoy agrando más stress a eso”. El juego tiene que ser accesible para pacientes que no pueden mover su cabeza o que no pueden sostener un control remoto, mientras que el equipo tiene que ser fácilmente esterilizable, portable y fácil de usar.
La experiencia
Cuando Robertson se acercó al hospital con esta idea, los doctores se mostraron inmediatamente interesados, contó. Todos coincidieron que los niños con la enfermedad de células falciformes serían la mejor audiencia.
Su dolor puede ser insoportable, incluso cuando están hospitalizados, y hay muy pocos tratamientos para ellos. Muy posiblemente siempre necesiten algún tipo de opioide para poder resistir sus episodios de dolores más intensos, pero a veces ni las drogas más fuertes pueden aliviar su dolor totalmente.
Estudiar a estos chicos no solo sirve para reducir su dolor, sino también para informar sobre cómo esta terapia puede llegar a funcionar con otros pacientes. Robertson, que empezó una compañía en Oakland llamada KindVR, planea colaborar con el Hospital de Niños en muchos otros estudios, incluidos adultos con la enfermedad de células falciformes y niños con cáncer.
Cuando Briana se sacó el visor, después de su juego -como lo había notado Marsh con otros pacientes- parecía una persona nueva. Se sentó derecha en su cama, sonriendo y con los ojos brillosos. Habló, ahora con la voz fuerte y apasionada, sobre el futuro de la realidad virtual y cuánto puede ayudar a pacientes como ella.
“Todavía tengo dolor”, admite Briana después, en voz baja, mientras su mamá, que estaba sentada cerca, recibía una demostración de cómo funciona la tecnología que disfrutaba su hija. Ella, también se reía y movía las manos, como tocando los delfines que se le aparecían. “Pero al menos estoy calmada ahora”, agrega después. “No es tan malo”.